
Sin embargo, la ciencia, el más bienechor de todos los ídolos, es el único que puede mitigar en parte este anhelo sublime, esta curiosidad excelsa. Repitiendo la frase de un sabio ilustre, tan profundo como escéptico, lumbrera de la filosofía, diré lo que él a los jóvenes agrupados a su alrededor: -Hijos míos, acogéos a la Ciencia, porque es todavía lo más serio que en el mundo resta.
Si me preguntasen cuáles son las fronteras de la ciencia, podría dar una respuesta precisa. Nadie las puede prever, absolutamente nadie. No obstante, se ensanchan más cada día, y no pueden sospechar, ni los mortales más temerarios, hasta dónde alcanzarán con el tiempo.
Los ídolos de un filósofo. Charles Richet.
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