sábado, 14 de julio de 2007

Alegría eterna ...

¿Soy un adivino? ¿Soy un soñador? ¿Soy un hombre embriagado? ¿Un intérprete de los sueños? ¿Una campana de la medianoche? ¿Una gota de rocío? ¿Un vapor y un perfume de la eternidad? ¿No lo oís? ¿No lo percibís? Mi mundo acaba de consumarse; la medianoche es también mediodía. El dolor es también una alegría, la maldición es también una bendición, la noche es también un sol..., alejaos o aprendereis que un sabio es igualmente un loco. ¿Habeís aprobado alguna vez una alegría? ¡Oh amigos míos! ¡Entonces habéis aprobado también todos los dolores! Todas las cosas están encadenadas, entrelazadas, encariñadas... ¿Querríais algún día que una misma vez volviera dos veces? ¿Habéis dicho alguna vez: ¡Me gustas felicidad!, ¡momento!, ¡parpadeo!. Entonces vosotros también decís al dolor: pasa, pero vuelve, ¡porque toda alegría quiere... la eternidad!

Toda alegría quiere la eternidad de todas las cosas: quiere miel, levadura, una hora de medianoche llena de embriaguez, quiere tumbas, quiere el consuelo de las lágrimas vertidas sobre las tumbas, quiere el dorado ocaso..., ¡qué es lo que no querrá la alegría!: es más sedienta, más cordial, más hambrienta, más espantosa, más secreta que todo dolor; se quiere a sí misma, se muerde a sí misma.

Así hablaba Zaratustra. Friedrich Niestzche.

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