
Volví a hacerle notar que hablaba de monstruos con tanta ternura como si hablase de violines y él, sin agradecerme el piropo, me dijo que por detrás de cada aberración de la naturaleza flota siempre el eco de un suspiro o incluso el eco de un violín. Dijo también que los violines nos recuerdan que esas infelices criaturas solo existen para que nosotros aprendamos a amarlas y seamos más indulgentes con nuestras propias imperfecciones.
Diálogo en re mayor. Javier Tomeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario