martes, 10 de julio de 2007

Diálogo con la vida ...

-He aquí lo que entonces me respondió la vida, cubriéndose sus delicados oídos: "¡Oh Zaratustra! ¡No restalles tan espantosamente tu látigo! Bien lo sabes: el ruido asesina los pensamientos..., y ¡he aquí que a mí llegan tan tiernos pensamientos! No somos los dos adecuados para nada: somos verdaderos indolentes. Más allá del bien o del mal hemos hallado nuestra isla y nuestra verde pradera... ¡Los dos solos las hemos hallado! ¡Por esto es preciso que nos amemos el uno al otro! Y aun cuando no nos amáramos con todo nuestro corazón, ¿es necesario desearse mal cuando no se ama de todo corazón? Y que te amo, que te amo a menudo demasiado, lo sabes muy bien: La razón de ello es que estoy celosa de tu sabiduría. ¡Ah! ¡Esta vieja loca sabiduría! Si alguna vez te abandonara tu sabiduría, ¡ay!, mi amor te abandonaría con la misma rapidez..."

En este momento, la vida me miró pensativamente, tras de sí y alrededor de sí, y dijo con voz queda: "¡Oh Zaratustra, no me eres bastante fiel! Falta mucho para que me ames tanto como dices. Se que piensas en abandonarme pronto. Hay una vieja campana, pesada, muy pesada; en la noche suena allá arriba, hasta en tu cueva... Cuando oyes a esa campana dar las horas a media noche, piensas en abandonarme entre las doce y la una de la noche..., piensas en ello, ¡oh Zaratustra! ¡Sé que quieres abandonarme pronto!"

Sí, respondí titubeando, pero sabes igualmente... Y le dije algo al oído, pegado a los enmarañados mechones de su cabellera, a sus mechones amarillentos y revueltos. "¿Tú sabes eso, Zaratustra? Eso no lo sabe nadie..." Y nos hemos contemplado uno al otro, hemos dirigido nuestras miradas hacia la verde pradera, sobre la que caía la frescura de la noche, y hemos llorado juntos... Pero entonces la vida me era más querida que nunca me lo fue toda mi sabiduría.

Así hablaba Zaratustra. Friedrich Nietzsche.

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