
En este momento, la vida me miró pensativamente, tras de sí y alrededor de sí, y dijo con voz queda: "¡Oh Zaratustra, no me eres bastante fiel! Falta mucho para que me ames tanto como dices. Se que piensas en abandonarme pronto. Hay una vieja campana, pesada, muy pesada; en la noche suena allá arriba, hasta en tu cueva... Cuando oyes a esa campana dar las horas a media noche, piensas en abandonarme entre las doce y la una de la noche..., piensas en ello, ¡oh Zaratustra! ¡Sé que quieres abandonarme pronto!"
Sí, respondí titubeando, pero sabes igualmente... Y le dije algo al oído, pegado a los enmarañados mechones de su cabellera, a sus mechones amarillentos y revueltos. "¿Tú sabes eso, Zaratustra? Eso no lo sabe nadie..." Y nos hemos contemplado uno al otro, hemos dirigido nuestras miradas hacia la verde pradera, sobre la que caía la frescura de la noche, y hemos llorado juntos... Pero entonces la vida me era más querida que nunca me lo fue toda mi sabiduría.
Así hablaba Zaratustra. Friedrich Nietzsche.
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