viernes, 9 de marzo de 2007

El gasto de mi vida ...

No huyo nada, y menos las excitaciones, éstas las busco con las manos estiradas, horizontales, y la boca siempre seca. Veo cielos e infiernos allí donde, a cada instante, puedo encontrarme con una dicha o con un dolor. No sé distinguir entre la dicha y el dolor, pues se confunden infinitamente, de manera avasalladora. Vivo exaltado, apartado del todo de la prosa de la vida. Puede que esto que vivo no sea la vida, pero de todos modos es la alucinación de la vida. Desde no sé qué día preciso, tal vez desde que nací, me he encontrado presa del éxtasis de existir. No puedo estar tranquilo nunca. Para mí siempre es el día del juicio final. Mi vida es una perspectiva de mundos, de infinidades. No me es dado pararme en un mismo sufrimiento o en una misma satisfacción. No puedo civilizarme al modo de la sociedad, pues, quiera que no, soy un bárbaro, un nervioso, un hipersensible. El gasto de mi vida es un gasto máximo, de ojos, de tacto, de paladar, de alma; de sentidos, en suma.

Diario. Carlos Edmundo de Ory.

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